Joyas poco conocidas de Estados Unidos que merecen estar en el bucket list de todo viajero
Cinco destinos poco conocidos para viajeros que buscan historia, naturaleza, lujo o bienestar.
4 de agosto de 2025
Cuando el verano llega, la tentación de volver a lo conocido —la gran ciudad, la playa masiva, el parque nacional de siempre— es fuerte. Pero hay otra forma de viajar: aquella que se aleja de las rutas trilladas para descubrir rincones únicos, donde el tiempo se dilata, la belleza sorprende y cada detalle invita a quedarse un poco más. Esta guía presenta seis destinos poco conocidos en Estados Unidos, organizados por el tipo de experiencia que ofrecen. Desde islas sin autos hasta pueblos artísticos o refugios de montaña, todos comparten algo esencial: son perfectos para el verano, y valen cada kilómetro.
Bienestar y naturaleza
1) Ojai Valley, California: Retiro holístico entre montañas y naranjales
Este destino bohemio y sereno está ubicado en un valle al pie de las montañas Topatopa, a solo 120 kilómetros al norte de Los Ángeles y muy cerca de Santa Bárbara. Gracias a su clima mayormente soleado durante todo el año, Ojai puede visitarse en cualquier temporada, pero el verano y finales de primavera son ideales para disfrutar sus piscinas, caminatas al atardecer y terrazas al aire libre.
Conocido por sus campos de cítricos, sus tiendas artesanales y su fuerte enfoque wellness, combina lo mejor del slow travel californiano: caminatas escénicas como el Shelf Road Trail al atardecer —donde se puede presenciar el famoso “pink moment”—, librerías independientes, estudios de yoga entre robles, y catas de aceite de oliva en Olive Oil Company. Uno de los mayores placeres es simplemente recorrer su centro a pie, descubriendo tiendas de diseño local y galerías escondidas.
Para hospedarse, hay opciones para distintos estilos de viajero. El icónico Ojai Valley Inn es una propiedad espectacular rodeada de naturaleza, con uno de los mejores spas de California, clases de bienestar y una piscina con vistas incomparables.
La mejor manera de llegar es en auto rentado desde LAX, disfrutando del trayecto escénico a través de colinas doradas, viñedos y cañones abiertos.
Lujo e historia
2) Newport, Rhode Island: Elegancia de la Gilded Age junto al mar
Enclavada en la costa de Rhode Island, Newport es una joya del noreste estadounidense que combina tradición náutica con una historia arquitectónica deslumbrante. Durante la Era Dorada, fue el destino predilecto de las familias más acaudaladas del país, que construyeron aquí sus mansiones de verano frente al Atlántico. Hoy, propiedades como The Breakers, Marble House y Rosecliff pueden recorrerse en visitas guiadas que transportan a otra época de opulencia y sofisticación, con sus salones dorados, jardines geométricos y vistas directas al océano.
Newport se encuentra a menos de dos horas por carretera desde Boston y a unas tres desde Nueva York. El trayecto en coche es parte del encanto, atravesando el litoral de Nueva Inglaterra entre marinas, faros y pueblos costeros. Para una estancia que capture el espíritu elegante y relajado de este destino, Castle Hill Inn, ofrece una experiencia inigualable: ubicado en una península privada con faro incluido, combina privacidad, servicio impecable y una de las mejores vistas al atardecer en toda la costa este.
Naturaleza virgen y aislamiento absoluto
3) Cumberland Island, Georgia: Playas vacías, caballos salvajes y ruinas misteriosas
Cumberland Island es uno de los secretos mejor guardados de la costa este estadounidense. Es la isla barrera más grande de Georgia, pero también una de las más inexploradas. Solo se puede acceder en ferry desde la pequeña localidad de St. Marys y, una vez allí, no hay autos, tiendas ni infraestructura moderna: solo naturaleza en estado puro y una sensación de aislamiento absoluto. Gran parte del territorio está protegido como reserva natural por el Servicio de Parques Nacionales, lo que ha permitido conservar su ecosistema diverso: playas infinitas, bosques de robles cubiertos de musgo español, pantanos costeros, dunas y senderos que se extienden por kilómetros sin interrupciones humanas.
Además de su riqueza ecológica, Cumberland tiene una historia fascinante que se respira en cada rincón. La isla fue habitada originalmente por pueblos indígenas, más tarde ocupada por colonizadores españoles y británicos, y en el siglo XIX se convirtió en refugio de la familia Carnegie, que construyó aquí la opulenta Mansión Dungeness, hoy en ruinas. Estos vestigios conviven con los famosos caballos salvajes que vagan libremente entre los árboles, creando un paisaje de belleza melancólica y atemporal. Caminar sus senderos, recorrer la playa virgen o participar en una visita guiada por biólogos y guardabosques es adentrarse en una versión primitiva y poética del sureste estadounidense.
La única manera de hospedarse con comodidad en la isla es en el Greyfield Inn, una mansión de 1900 convertida en posada con encanto sureño, acceso exclusivo y un ambiente de otra época. Rodeado por jardines silvestres y sin contacto con el mundo exterior, este hotel es el complemento perfecto para una experiencia de desconexión total, sin sacrificar calidez ni elegancia.
Cultura artística y aire bohemio
4) Port Townsend, Washington: Pueblo victoriano frente al mar con alma creativa
Ubicado en el extremo noreste de la península Olímpica, Port Townsend es parecen suspendidos en el tiempo, un imán para escritores, músicos, cineastas y viajeros que buscan inspiración lejos del ruido. Su centro histórico conserva una arquitectura victoriana impecable, con edificios del siglo XIX que hoy albergan librerías independientes, galerías de arte, cafés y pequeños hoteles llenos de carácter. Este encantador pueblo costero fue en su momento un puerto clave del Pacífico, y aunque el auge comercial pasó, su herencia marinera y su autenticidad perduran. Caminar por sus calles es como hojear un álbum ilustrado del pasado.
En verano, el clima es fresco y luminoso, ideal para recorrer sus parques, navegar por la bahía o simplemente sentarse a leer frente al mar. Llegar desde Seattle toma poco más de dos horas, con un tramo en ferry que hace del trayecto parte de la experiencia. Para una estancia con historia y vistas incomparables, el Manresa Castle Hotel —una antigua mansión de finales del siglo XIX convertida en hotel boutique— ofrece una mezcla única de elegancia, jardines privados y un toque de leyenda, con vista tanto a la bahía como a los Montes Olímpicos.
Desierto, historia y cielos estrellados
5) Ely, Nevada: Viejo oeste con trenes de vapor y astroturismo de primer nivel
Ely es un pueblo remoto del este de Nevada que parece resistirse al paso del tiempo. Fundado en plena fiebre minera, su historia aún vibra en las calles, murales y vías férreas que cruzan el paisaje desértico. Aquí, el sonido del viento se mezcla con el silbato de locomotoras centenarias que siguen en operación gracias al Nevada Northern Railway Museum, donde es posible viajar en un auténtico tren de vapor a través de cañones y tierras áridas. La ciudad también ha cultivado una vibrante escena artística local, con más de 20 murales al aire libre que narran la historia cultural y minera de la región.
Pero lo que realmente distingue a Ely es su cielo. Gracias a su ubicación remota y baja contaminación lumínica, es uno de los mejores lugares de Estados Unidos para observar las estrellas. El cercano Great Basin National Park ha sido declarado “International Dark Sky Park”, y organiza noches de astroturismo con telescopios, charlas científicas y experiencias guiadas bajo la Vía Láctea. Ely ofrece una mezcla poco común de nostalgia del viejo oeste, arte comunitario y conexión cósmica: una escapada inesperada, auténtica y silenciosamente espectacular.
Un final de verano diferente
El verano está por despedirse, pero aún queda tiempo para una escapada que se quede contigo mucho después del regreso. Estos destinos no solo son perfectos para un último viaje antes del otoño: son una forma distinta de mirar Estados Unidos. Lugares donde la historia, la naturaleza, el arte y el silencio aún tienen espacio. Así que guarda el traje de baño, empaca con intención, y sal a descubrir lo extraordinario. A veces, lo mejor del verano ocurre justo cuando empieza a terminar.
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